El músculo esquelético comprende aproximadamente el 30-40% de la masa corporal total y es un tejido que se ve muy comprometido con el envejecimiento. La pérdida de masa muscular es un problema de salud pública y se asocia a peor calidad de vida, fragilidad y mayor mortalidad prematura en adultos mayores. Diferentes estudios afirman que perdemos en torno a un 10% de masa muscular por década a partir de los 40 años, llegando incluso a aumentar la pérdida a un 15% por década a partir de los 70 años.
La sarcopenia es una entidad patológica que se define como la pérdida progresiva de masa y función muscular que afecta a la funcionalidad y al rendimiento en las acciones de la vida cotidiana. Supone un factor de riesgo independiente de morbimortalidad y es un buen predicador de deterioro funcional y hospitalización en personas mayores. La sarcopenia debe diferenciarse de otros síndromes que incluyen atrofia muscular como la caquexia, la fragilidad y la obesidad sarcopénica. La caquexia es la pérdida de peso corporal, grasa y músculo debido a una enfermedad subyacente. La fragilidad se asocia a pérdida de peso, agotamiento, fatiga, baja actividad física y debilidad. La obesidad sarcopénica es la coexistencia de obesidad y sarcopenia. La reducción de la masa muscular produce cambios en la composición corporal ya que suele ir acompañada con un aumento de la masa grasa. La infiltración de grasa ectópica en el músculo esquelético es un factor importante que sustenta la calidad muscular y también un posible predictor de la función muscular y el estado metabólico. Este depósito de grasa ectópico tiene amplias secuelas clínicas que incluyen mala salud metabólica y musculoesquelética (atrofia muscular, fragilidad y aumento de la morbilidad metabólica), envejecimiento acelerado y deterioro de la longevidad. Dicha acumulación de grasa inter e intramuscular reduce la calidad muscular, la capacidad de producir fuerza, afecta a la velocidad de acortamiento y la producción de potencia muscular.
En población geriátrica se producen cambios estructurales y bioquímicos en el músculo. El área de la sección transversal puede ser hasta un 30% menor si comparamos una persona de 70 años con una persona de 20 años. A medida que avanza la edad se producen cambios en la composición de las fibras musculares ya que disminuye tanto el número de fibras glucolíticas de contracción rápida (tipo II) como el número y la actividad de las unidades motoras (los adultos mayores pueden tener entre un 30% y un 40% menos de unidades motoras en comparación con adultos jóvenes), lo que reduce el control motor, la fuerza, la potencia y la capacidad funcional en ancianos sarcopénicos.

Es fundamental preservar la masa muscular pero también es fundamental conservar su función y su capacidad de ejercer fuerza, ya que la debilidad muscular es mejor predictor de resultados adversos para la salud que la masa muscular. La fuerza es la manifestación más clara de la funcionalidad del tejido muscular y por eso es un valor independiente a la masa muscular. La pérdida de masa muscular y fuerza no van en paralelo, siendo la pérdida de fuerza (dinapenia) en población geriátrica de 2 a 5 veces mayor que la pérdida de masa muscular en el mismo período de tiempo. La fuerza de las piernas disminuye un 10-15% por década hasta los 70 años y después, las pérdidas descienden hasta alcanzar las alarmantes cifras de un 25-40% por década. Si volvemos a comparar una persona de 70 años con una de 20, la fuerza muscular es entre un 20-40% menor. La fuerza muscular es un indicador clave a la hora de evaluar la condición física y ha demostrado ser un factor independiente a la hora de evaluar el riesgo de muerte por cualquier causa.
La pérdida de fuerza relacionada con la edad no se debe únicamente a la atrofia muscular, el envejecimiento del sistema nervioso juega un papel fundamental en la pérdida de fuerza muscular y la reducción de la función física. Los factores no relacionados con la masa muscular pueden desempeñar un papel fundamental en el desarrollo de la debilidad. Para que la fuerza permita obtener beneficios en la funcionalidad, requiere que la rapidez con la que se genera dicha fuerza muscular sea suficiente para cada acción específica de nuestro día a día. En esta relación entre fuerza y velocidad, es donde aparece la potencia muscular y se ha visto que la potencia tiene mayor importancia que la fuerza muscular para muchas tareas cotidianas (como levantarse de una silla y subir escaleras), por los que se ha convertido en otro importante predictor de limitaciones funcionales en adultos mayores. Mantener la integridad del sistema nervioso es fundamental para evitar esa pérdida de potencia que se asocia con deterioros en la calidad de vida, función cognitiva, rendimiento funcional y con un mayor riesgo de caídas en personas mayores. La velocidad de reclutamiento y la tasa de descarga máxima de las neuronas motoras son variables que determinan en gran medida la velocidad a la que los músculos pueden generar fuerza. Es fundamental paliar esta disminución de la potencia muscular asociada a la edad a través de ejercicios de fuerza realizados voluntariamente a alta velocidad en la fase concéntrica.
Por todo lo anteriormente expuesto, resulta de vital importancia fomentar estrategias no farmacológicas, como el ejercicio físico para la prevención y el tratamiento de las anomalías musculares relacionadas con la edad. La reducción de la función muscular es un tema importante en el ámbito clínico (porque se asocia con un mayor riesgo de caídas, discapacidad y mortalidad en ancianos) y tenemos a nuestro alcance, a través del ejercicio físico, una herramienta muy poderosa para paliar estas complicaciones. Principalmente el ejercicio de fuerza (y potencia) es el mejor aliado para conseguir dicho fin, ya que permite mejorar la fuerza y calidad muscular, el equilibrio, la potencia, la integridad de la unidades motoras y la movilidad. Protocolos de 10 semanas de entrenamiento de fuerza y potencia de las extremidades inferiores permiten mejorar la potencia y fuerza en los exteriores de rodilla y cadera e incrementar la velocidad de la marcha en personas mayores.
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