El ejercicio de fuerza en la menopausia ofrece numerosos beneficios, como la reducción del riesgo cardiovascular, la prevención de la sarcopenia y la disminución de la inflamación. Además, mejora la densidad ósea, evitando la osteoporosis, y reduce los síntomas depresivos asociados, mejorando así la calidad de vida de las mujeres menopáusicas.

Durante la menopausia aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares como hipertensión o aterosclerosis. El ejercicio de fuerza impacta de manera positiva sobre los principales factores de riesgo cardiovascular. Produce beneficios sobre la presión arterial, el tono autonómico, la sensibilidad barorrefleja, el estrés oxidativo, el óxido nítrico, la biodisponibilidad y el perfil lipídico, así como la función cardiovascular y la aptitud cardiorrespiratoria.
Una disminución de los niveles de estrógenos en las mujeres menopáusicas se asocia con la pérdida de masa y función muscular. Por tanto, se ha sugerido que la menopausia puede acelerar la sarcopenia. El ejercicio de fuerza puede mejorar la composición corporal, revertir la sarcopenia y recuperar el deterioro de la estructura muscular asociado con la menopausia, reduciendo el riesgo de desarrollar enfermedades cardiometabólicas y mejorando la calidad de vida de las mujeres

La osteoporosis es un problema de salud pública y tiene mayor incidencia en las mujeres después de la menopausia. El ejercicio de fuerza es el mejor amigo del hueso y evita la pérdida de densidad mineral ósea. El hueso es sensible al estrés y el ejercicio de fuerza produce microtraumatismos que contribuyen a la deformación transitoria del hueso, necesaria para suministrar suficiente estrés mecánico para estimular el crecimiento de nuevo tejido óseo.
Y además, las mujeres que reportan mayores niveles de actividad física tienen menos síntomas depresivos asociados con la menopausia. Reduce los síntomas relacionados con la menopausia, como la frecuencia de sofocos, la calidad del sueño, el control de la energía y la fatiga.