La enfermedad cardiovascular es la principal causa de muerte en personas mayores en todo el mundo. El aumento de la edad da como resultado una reducción de la frecuencia cardíaca máxima, el volumen sistólico y el gasto cardíaco. La actividad física y el ejercicio permiten mejorar la condición cardiovascular, lo que ayuda a prevenir, controlar y tratar las enfermedades cardiovasculares. Niveles óptimos de actividad física y ejercicio conducen a una mayor supervivencia de las células cardíacas y desempeñan un papel eficaz en la prevención y el control de las enfermedades cardiovasculares en las personas mayores, al reducir las vías de señalización apoptótica y necrótica y mejorar la función mitocondrial. Por este motivo, la guía de la American Heart Association (AHA) recomienda el entrenamiento aeróbico y el entrenamiento de fuerza como los elementos centrales de la rehabilitación cardíaca basada en el ejercicio.
Los ejercicios aeróbicos (como caminar, nadar, bicicleta, correr, etc.) mejoran la función miocárdica y previenen las enfermedades cardiovasculares en las personas mayores al mejorar la fracción de eyección, aumentar el volumen diastólico, el gasto cardíaco y la función diastólica.
Por otro lado, el número de pacientes ancianos con enfermedad de las arterias coronarias ha aumentado aproximadamente un 60% en las últimas décadas. El gasto cardíaco reducido y la hipoxia tisular que presentan estos pacientes induce la expresión de miostatina y citocinas inflamatorias, lo que conduce a la disminución progresiva de la masa muscular esquelética. Además, una menor aptitud muscular se relaciona con alteraciones estructurales y funcionales de ambos ventrículos y de la aurícula izquierda del corazón. En concreto, una menor fuerza muscular se asocia con:
- Menor grosor y masa muscular de la pared del ventrículo izquierdo del corazón.
- Menor tamaño de cámara, volumen sistólico y gasto cardíaco de ambos ventrículos y de la aurícula izquierda.
- Mayor rigidez diastólica del ventrículo izquierdo.
Las disminuciones en la aptitud cardiorrespiratoria y la masa muscular están asociadas con el avance de la edad y cada una de estas disminuciones está asociada con peores resultados de salud. Estos resultados evidencian la importancia del ejercicio de fuerza para la salud del corazón. Además, demuestran los efectos nocivos sobre el corazón de la disminución de la actividad física relacionada con el envejecimiento y una menor capacidad muscular en el corazón.
El consumo máximo de oxígeno (VO2max) se ha identificado como un fuerte indicador de la aptitud cardiorrespiratoria y un buen predictor de mortalidad por enfermedad cardiovascular. La edad está asociada a una disminución progresiva del VO2max, la cual se incrementa en mayor medida al superar los 70-80 años. El ejercicio permite mejorar el VO2max y cada vez es mayor la evidencia que demuestra el rol protector que tiene para frenar este declive funcional. Diferentes mecanismos fisiológicos se asocian a la protección que brinda el ejercicio contra la disminución de VO2max asociada al envejecimiento, como la preservación de la función pulmonar, la mejora de la función sistólica del corazón y la vasodilatación, el incremento en el contenido en hemoglobina de la sangre así como en el número y calidad de las mitocondrias a nivel muscular, etc.
El ejercicio proporciona numerosos beneficios para la salud cardiovascular
- Mejora el suministro de oxígeno al promover la vasodilatación y la angiogénesis.
- Aumenta la biogenésis mitocondrial.
- Provoca un efecto antiinflamatorio a largo plazo.
- Mejora la tolerancia a la glucosa, la sensibilidad a la insulina y disminuye las concentraciones de lípidos circulantes.
- Disminuye la frecuencia cardíaca en reposo, la presión arterial y los marcadores aterogénicos.
- Mejora la perfusión miocárdica y aumenta los niveles de lipoproteínas de alta densidad (HDL), lo que reduce el estrés en el corazón y mejora la función cardiovascular.
Hipertensión
La prevalencia de hipertensión arterial (HTA) es superior al 70% en sujetos mayores y más del 80% en mayores de 75 años A medida que envejecemos, las paredes de las arterias grandes se vuelven más gruesas y pierden su elasticidad, lo que aumenta la velocidad de la onda del pulso (un indicador importante del aumento de la rigidez arterial). El aumento de la rigidez arterial disminuye la función amortiguadora de las arterias cercanas al corazón, aumenta la presión arterial sistólica y el pulso.
El ejercicio físico es de vital importancia en la prevención, control y el tratamiento de la hipertensión. Diferentes meta-análisis han demostrado que tanto el ejercicio aeróbico como el ejercicio de fuerza puede reducir la presión arterial sistólica entre 6 y 8 mmHg. Estos beneficios se asocian a diferentes mecanismos que induce el ejercicio:
- Mejora de la función endotelial. En respuesta al aumento de la tensión de cizallamiento causada por el ejercicio, la resistencia vascular periférica disminuye, lo que se asocia con una mejor vasodilatación y función endotelial y juega un papel clave en el control de la presión arterial.
- Mejora la vasodilatación y controla la presión arterial al aumentar la expresión y actividad del óxido nítrico (NO).
- Existe una relación inversa entre el ejercicio y la rigidez de las grandes arterias.
- Ayuda a prevenir, controlar y tratar la hipertensión al mejorar la función del sistema renina-angiotensina-aldosterona.
- Otros mecanismos, como la mejora del metabolismo de la glucosa, el aumento de la sensibilidad a la insulina y la mejora de los marcadores cardíacos estructurales y funcionales en respuesta al ejercicio, también conducen al control de la presión arterial.
Diabetes tipo 2
Actualmente la diabetes mellitus de tipo 2 tiene una alta incidencia en personas ancianas y supone un importante factor de riesgo de enfermedad cardiovascular. El ejercicio previene la diabetes tipo 2 y sus complicaciones asociadas en personas mayores al mejorar el metabolismo de la glucosa, la composición corporal, el perfil de lípidos y diferentes vías moleculares y celulares asociadas con la sensibilidad a la insulina. Además, el aumento del estrés oxidativo es una de las causas más importantes en el desarrollo de esta enfermedad, especialmente en personas de edad avanzada. Se ha demostrado que el ejercicio (especialmente el aeróbico) mejora el estado redox, al aumentar los antioxidantes como el glutatión y disminuir la resistencia a la insulina inducida por el estrés oxidativo. La combinación de ejercicio aeróbico y de fuerza de intensidad moderada a alta durante 5 días/semana ha demostrado los mayores beneficios en términos de reducción del azúcar en sangre y especies reactivas de oxígeno (ROS) y mejoras en el perfil de lípidos y otras complicaciones relacionadas con la diabetes tipo 2 en ancianos diabéticos.
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