La osteoporosis es un problema de salud pública que tiene mayor incidencia a medida que envejecemos y que se asocia con un aumento del riesgo de fracturas óseas. Además, las caídas constituyen uno de los síndromes geriátricos más importantes. 1 de 3 personas mayores de 65 años sufre una caída en un año y esta cifra puede llegar al 50% en los mayores de 80 años. Las caídas son la segunda causa mundial de muerte por traumatismos involuntarios. Suponen restricciones importantes en la movilidad y en el deterioro funcional. En personas de edad avanzada, pueden suponer el final de su autonomía. En concreto, la fractura de cadera es una de las causas de morbilidad y mortalidad más importantes en pacientes ancianos y es un reto para los sistemas de salud en todo el mundo, tanto por su frecuencia como por su alto costo económico. Las alteraciones funcionales que se producen después de la fractura reducen la actividad física diaria y se asocian con problemas cardiorrespiratorios que nos dejan datos realmente alarmantes, ya que más del 20% de los mayores de 60 años que se rompen la cadera no superan el año de vida tras la caída. Es necesario identificar y actuar sobre los factores de riesgo modificables para ayudar a recuperar la independencia de estos pacientes, siendo el tratamiento quirúrgico precoz y la movilización temprana los factores asociados a un menor deterioro funcional. El objetivo final es conseguir el nivel de independencia y de deambulación previo a la fractura y aquí es donde la actividad física y el ejercicio juegan un papel fundamental. Por un lado, un mayor tiempo de sedentarismo (en concreto, más de 9 horas y media diarias) se asocia a un mayor riesgo de fracturas. Por este motivo, resulta fundamental mantener un estilo de vida activo y garantizar suficiente actividad física diaria para prevenir complicaciones óseas. Por otro lado, se ha visto en diferentes estudios que el ejercicio de fuerza y de equilibrio reducen el riesgo de caída en más de un 30%.

El ejercicio de fuerza es uno de los mejores aliados en la prevención y tratamiento de la osteoporosis. Además, las estrategias farmacológicas presentan mayores efectos beneficiosos sobre la densidad mineral ósea cuando se combinan con ejercicios de fuerza o actividades que suponen cierto estrés mecánico sobre el tejido óseo, que cuando se utilizan de forma aislada. Los microtraumatismos generados por el ejercicio de fuerza pueden inducir aumentos en la densidad mineral ósea, incluso en las personas mayores. El hueso es sensible al estrés provocado por impactos de moderada a alta intensidad. Esto contribuye a la deformación transitoria del hueso, necesaria para suministrar suficiente estrés mecánico para estimular el crecimiento de nuevo tejido óseo. Los protocolos de ejercicio de impacto que combinan pliometría con ejercicio de fuerza son la mejor opción para preservar y/o mejorar la densidad mineral.

Profundizando en las fracturas de cadera anteriormente mencionadas, al analizar la mecánica de la fractura de esta articulación y los modelos de ejercicio con el objetivo de maximizar la fuerza de la cadera y evitar el deterioro de la densidad mineral ósea, se ha visto que el ejercicio puede estimular una respuesta anabólica del cuello femoral. En concreto, los ejercicios más beneficiosos para este fin son:
- Los ejercicios de fuerza de flexión de rodilla y extensión de cadera pueden inducir una gran tensión en la parte superior del cuello femoral.
- Andar rápido y subir-bajar escaleras, cargan de manera óptima el cuello femoral y, por lo tanto, podrían mitigar el deterioro óseo natural relacionado con la edad, integrándose fácilmente en la actividad diaria.
- Los saltos promueven la respuesta anabólica al inducir una gran tensión en la parte superior anterior del cuello femoral.
- Los ejercicios multidireccionales pueden causar patrones de tensión no habituales beneficiosos en todo el cuello femoral.
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El ejercicio de fuerza ha sido un pilar fundamental para recuperar hueso, no puedo estar más contenta